Quizás más de uno hemos
visto en las redes o en televisión la imagen de este hombre con el cráneo
cubierto por electrodos. Es el biólogo y monje budista Matthieu Ricard,
considerado el "hombre más feliz del mundo", y se está sometiendo a
un estudio de los efectos de la meditación sobre las ondas cerebrales. El
interés de los científicos por la meditación comenzó hace unos cincuenta años,
y pronto se demostró que el uso de estas técnicas, además de proporcionar una
extraordinaria concentración, contrarrestaba los mecanismos cerebrales
asociados al estrés. Los estudios neuronales demuestran un incremento en la
actividad del lóbulo frontal izquierdo, que es donde residen las emociones
positivas, reduciéndose al mismo tiempo el funcionamiento de la región derecha.
Los neurocientíficos han observado que las personas que utilizan más la zona
izquierda eliminan antes las emociones negativas y las tensiones asociadas a
ellas. Este desequilibrio entre los hemisferios izquierdo y derecho conlleva
también una reducción del miedo y de la cólera.
Los cambios cerebrales que
produce la práctica habitual de la meditación son parecidos a los que se
observan en el estado de la iluminación o éxtasis místico. La búsqueda de estos
estados la encontramos desde hace milenios tanto en Oriente como en Occidente. En
las prácticas de los yoguis, de los
chamanes, en los rituales de las danzas africanas, o en una Santa Teresa de
Jesús entregada a la oración, subyace el deseo de entrar en contacto con la
dimensión espiritual del ser. Claro, que la espiritualidad no es otra cosa que
conocerse a sí mismo; estar bien con uno mismo para poder estar bien con los
demás. Como expresa magistralmente el título del libro de Jack Kornfield
"Después del éxtasis la colada",
la espiritualidad reside en la vida cotidiana. Es vivir en paz, serenidad,
ecuanimidad y armonía. Estar en el momento presente, hacer crecer la sabiduría
del corazón; emanar bondad y vivir con alegría. A todo eso y mucho más nos
dirige la meditación. Pero hay que descubrirlo, claro. Practicándola.